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De cuando conocí a Manolillo Chinato

  • Foto del escritor: danidominguez95
    danidominguez95
  • 17 ene 2017
  • 2 Min. de lectura

Chinato es un viejo ácrata al que se le asoman las ideas por los ojos. Pero no está enfadado con el mundo. Tiene un humor gamberro y es ácido en sus palabras. Despierta a las mentes social-adormecidas. Se lo pasa bien con los jóvenes. Qué nos lo digan a los chicos de La Cueva.

A pesar de ser salmantino se siente apegado al terruño extremeño. Solo tengo que decirle que vengo de ahí para que me dé un abrazo. Como el que abraza a un viejo amigo al que no conoce de nada. No me conoce de nada él a mi. Yo le conozco de toda la vida. Le he visto desnudo montando a caballo mientras Fito y Robe cantaban sus poemas.

Poeta no quiso ser, o eso dice en su último libro de poemas. Tan contradictorio como siempre, Manolillo no quiere ser como los otros. Prefiere ser diferente. El anarca que vive en el campo, que marca las fronteras donde quiere, que escribe como habla, que usa un lenguaje rudo. No como los otros. Y avisa a los periodistas: “Tengan mucho cuidado con sus preguntas porque yo soy un hombre de pueblo y más que de pueblo, de campo. No me hagan preguntas de ciudad porque a lo mejor no tengo capacidad para responderlas”.

Es ecologista porque vive de la tierra, porque es de la tierra y a la tierra irá. La mama Tierra a la que todos pertenecemos. Donde nació y vive. Ha maltratado a la naturaleza por creerse dueño de ella. Pero se dio cuenta de que es él quien pertenece a ella. Y ojalá en algún momento nos demos todos cuenta. Y dejemos de ser egoístas.

Insumiso. La poesía le pertenecía sin haber escrito poemas. Gracias al Marqués de Santillana o Jorge Manrique. Y después del régimen, a Miguel Hernández, Lorca, Neruda… Ay, Manolo, que buen gusto tienes.

Se siente libre, pero para serlo no basta con quererlo. Y aunque le quiten el sueño, allí en su campo salvaje es un salvaje sin dueño. Un pequeño poeta con el pelo de estropajo que hace poesía rebelde, que no revolucionaria. Que se ríe con la boca muy abierta, que agudiza el oído porque se está quedando un poco sordo y que entrecierra los ojos. Con los dientes escondidos tras los labios, y estos, escondidos debajo del bigote blanco.

Con colgantes repletos de recuerdos y un pañuelo en el cuello, Chinato termina la rueda de prensa a grito pelao´, diciendo eso de Ama, ama y ensancha el alma. Abraza, besa y saluda. Y con su sinvergonzonería nos cuenta un chiste, me da un puñetazo en un brazo y se va. Como el niño que juega con su amigo.

El otoño de cuando conocí a Manolillo Chinato.

Fotografías de Eduardo Robaina (La Cueva)

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